Es indispensable
para arriesgar una lectura inteligente de lo que pasó en la segunda vuelta de
las recientes elecciones por la presidencia en Colombia, sustraernos de la
emocionalidad que dicho evento despertó. Es decir, respirar, ventilar el
torrente sanguíneo y distanciarnos de ese acontecimiento. Y entonces sí, volver
la mirada y pensar lo que pasó, al tiempo que aventurar cosas posibles por
venir.
Se me ocurre que
no porque sea una costumbre los vicios que tienen contaminada nuestra precaria
democracia, sea legítimo justificar o negar la persistencia de aquellos en sus
diversas formas en el evento que acaba de terminar. Todos dañinos. Perversos.
Sin lugar a dudas, la pervivencia de los mismos, deslegitima la institucionalidad y el mandato
que sanciona la “voluntad” de los electores.
El “mal”
representado en la propuesta del adversario político, como su derrota, de
ninguna manera puede re-validar “el todo vale”. De otro modo, este lema y la práctica que lo desarrolla no
cambia su sello porque sea uno u otro sujeto político el que lo ejecute.
Los
re-alineamientos que se operaron en el transcurso hacia la segunda vuelta,
evidencia lo dinámico de la política; cómo
pueden ocurrir desplazamientos de posiciones sin que se pierda la identidad de
las fuerzas en juego, o incluso contemplando dicha eventualidad. El asunto en
discusión sería lo razonable de los
argumentos. Tanto para quienes se desplazan como para quienes optan por
alternativas distintas a las que se registraron por opuestas.
Esencialmente
pudiéramos decir que fueron dos (2) las referencias que estuvieron en el centro
de los re-alineamientos: La (carta) posibilidad del fin de la guerra interna
por vía de la negociación política. La re-afirmación de la democracia al tenor
de la Constitución vigente. Tras éstos, tenemos otros aspectos ocultos, no menos importantes: Los
derechos humanos, la ilegalidad desde la legalidad, y el menosprecio por la
independencia y majestad de la justicia. Igualmente las condiciones más
favorables para re-establecer derechos económicos y laborales de los
trabajadores colombianos.
De alguna manera
-no lo suficiente todavía-, se dejaron observar elementos de madurez por parte
de la mayoría de las fuerzas políticas en escena, que superaron el temor por la
estigmatización que desde la orillas del
miedo pretenden manipular la sociedad.
En la
izquierda, a pesar del
infantilismo, que incluye la práctica
caníbal, el debate puso de manifiesto
como un buen sector de ésta pudo discernir, con flexibilidad sobre el asunto de
las alianzas, privilegiando la suerte que podía corre la imperfecta democracia
que hemos ganado, para continuar la lucha por la que nos merecemos.
Fue una
importante experiencia en el fragor de la lucha electoral que va a tener su
debido impacto en el espectro político del país, más para bien que para
mal; de ello no escapa la propia persona
del presidente re-elegido, y claro, hasta dónde van a ser afectadas positivamente
algunos colectivos político-partidistas.
Pudiera
avizorarse además unas puntadas en el horizonte que indiquen hacer posible
nuevos acercamientos entre facciones de la misma izquierda, al tiempo que mover
su capital político para sacar partido a favor de una perspectiva de ganar
competitividad a mediano plazo por acceder al poder político desde el escenario
de la lucha democrática.
La izquierda que
ganó en visión y operar táctico, junto al movimiento social y ciudadano, debe
apostarle con inteligencia para presionar y/o incidir en la realización de
reformas y concreción de aspiraciones de carácter social por las que Santos
públicamente se comprometió.
He aquí una
primera aproximación para pre-figurar una diferente realidad por la cual
trabajar!
Ramiro del
Cristo Medina Pérez.
Santiago de
Tolú, junio 17 - 2014
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