miércoles, 18 de junio de 2014

Es indispensable para arriesgar una lectura inteligente de lo que pasó en la segunda vuelta de las recientes elecciones por la presidencia en Colombia, sustraernos de la emocionalidad que dicho evento despertó. Es decir, respirar, ventilar el torrente sanguíneo y distanciarnos de ese acontecimiento. Y entonces sí, volver la mirada y pensar lo que pasó, al tiempo que aventurar cosas posibles por venir.

Se me ocurre que no porque sea una costumbre los vicios que tienen contaminada nuestra precaria democracia, sea legítimo justificar o negar la persistencia de aquellos en sus diversas formas en el evento que acaba de terminar. Todos dañinos. Perversos. Sin lugar a dudas, la pervivencia de los mismos,  deslegitima la institucionalidad y el mandato que sanciona la “voluntad” de los electores.

El “mal” representado en la propuesta del adversario político, como su derrota, de ninguna manera puede re-validar “el todo vale”. De otro modo,  este lema y la práctica que lo desarrolla no cambia su sello porque sea uno u otro sujeto político el que lo ejecute.

Los re-alineamientos que se operaron en el transcurso hacia la segunda vuelta, evidencia lo dinámico de la política;  cómo pueden ocurrir desplazamientos de posiciones sin que se pierda la identidad de las fuerzas en juego, o incluso contemplando dicha eventualidad. El asunto en discusión sería lo razonable de los argumentos. Tanto para quienes se desplazan como para quienes optan por alternativas distintas a las que se registraron por  opuestas.

Esencialmente pudiéramos decir que fueron dos (2) las referencias que estuvieron en el centro de los re-alineamientos: La (carta) posibilidad del fin de la guerra interna por vía de la negociación política. La re-afirmación de la democracia al tenor de la Constitución vigente. Tras éstos, tenemos  otros aspectos ocultos, no menos importantes: Los derechos humanos, la ilegalidad desde la legalidad, y el menosprecio por la independencia y majestad de la justicia. Igualmente las condiciones más favorables para re-establecer derechos económicos y laborales de los trabajadores colombianos.

De alguna manera -no lo suficiente todavía-, se dejaron observar elementos de madurez por parte de la mayoría de las fuerzas políticas en escena, que superaron el temor por la estigmatización que desde la orillas  del miedo pretenden manipular la sociedad.

En la izquierda,  a pesar del infantilismo,  que incluye la práctica caníbal,  el debate puso de manifiesto como un buen sector de ésta pudo discernir, con flexibilidad sobre el asunto de las alianzas, privilegiando la suerte que podía corre la imperfecta democracia que hemos ganado, para continuar la lucha por la que nos merecemos.

Fue una importante experiencia en el fragor de la lucha electoral que va a tener su debido impacto en el espectro político del país, más para bien que para mal;  de ello no escapa la propia persona del presidente re-elegido, y claro,  hasta dónde van a ser afectadas positivamente algunos colectivos político-partidistas.

Pudiera avizorarse además unas puntadas en el horizonte que indiquen hacer posible nuevos acercamientos entre facciones de la misma izquierda, al tiempo que mover su capital político para sacar partido a favor de una perspectiva de ganar competitividad a mediano plazo por acceder al poder político desde el escenario de la lucha democrática.

La izquierda que ganó en visión y operar táctico, junto al movimiento social y ciudadano, debe apostarle con inteligencia para presionar y/o incidir en la realización de reformas y concreción de aspiraciones de carácter social por las que Santos públicamente se comprometió.

He aquí una primera aproximación para pre-figurar una diferente realidad por la cual trabajar!


Ramiro del Cristo Medina Pérez.  



Santiago de Tolú, junio 17 - 2014